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miércoles, 26 de enero de 2011

Una conspiración contra el pueblo de jehova


en esta ocasión espesaremos con un salmo para entender lo que sigue:
 (Salmo 83:1-18) 83 Oh Dios, no haya silencio de parte tuya; no te quedes mudo, y no permanezcas quieto, oh Divino.  2 Pues, ¡mira!, tus mismos enemigos están en alboroto; y los mismos que te odian intensamente han levantado [la] cabeza.  3 Contra tu pueblo astutamente continúan su habla confidencial; y conspiran contra aquellos a quienes ocultas.  4 Han dicho: “Vengan y raigámoslos para que no sean nación, para que el nombre de Israel no sea recordado más”.  5 Porque con el corazón han intercambiado consejos unidamente; contra ti procedieron a celebrar aun un pacto,  6 las tiendas de Edom y los ismaelitas, Moab y los hagritas,  7 Guebal y Ammón y Amaleq, Filistea junto con los habitantes de Tiro.  8 También, Asiria misma se ha unido a ellos; han llegado a servir de brazo a los hijos de Lot. Sélah.  9 Hazles como a Madián, como a Sísara, como a Jabín en el valle torrencial de Cisón. 10 Fueron aniquilados en En-dor; llegaron a ser estiércol para el suelo. 11 En cuanto a sus nobles, haz que estos sean como Oreb y como Zeeb, y como Zébah y como Zalmuná a todos sus adalides, 12 que han dicho: “Tomemos posesión de los lugares de habitación de Dios para nosotros”. 13 Oh Dios mío, hazlos como un remolino de cardos, como rastrojo delante de un viento. 14 Como un fuego que quema el bosque y como una llama que abrasa las montañas, 15 justamente así quieras seguir tras ellos con tu tormenta y quieras perturbarlos con tu propio viento de tempestad. 16 Llena sus rostros de deshonra, para que la gente busque tu nombre, oh Jehová. 17 Oh, sean avergonzados y perturbados para todo tiempo, y queden corridos y perezcan; 18 para que la gente sepa que tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra.
       
Una conspiración contra el pueblo de Jehová
3 El encabezamiento del Salmo 83 indica que se trata de una “melodía de Asaf”. Este levita fue un músico destacado durante el reinado de David, y es probable que el compositor del salmo fuera descendiente suyo. El salmista ruega a Jehová que tome medidas para defender su soberanía y dar a conocer su nombre. La obra debe haberse compuesto algún tiempo después de la muerte de Salomón. ¿Por qué razón? Porque durante los reinados de David y Salomón, el rey de Tiro mantuvo relaciones amistosas con Israel. Sin embargo, cuando se escribió el Salmo 83, los habitantes de Tiro se mostraban hostiles y se habían aliado con los enemigos de Israel.
4 El salmista menciona diez naciones enemigas, todas vecinas de Israel, que conspiraban para aniquilar al pueblo de Dios: “Edom y los ismaelitas, Moab y los hagritas, Guebal y Ammón y Amaleq, Filistea junto con los habitantes de Tiro. También, Asiria misma se ha unido a ellos” (Sal. 83:6-8). ¿A qué hecho histórico hace referencia el salmo? Hay quienes sugieren que el salmista se refiere al ataque contra Israel que lanzó la coalición formada por Ammón, Moab y los habitantes de la región montañosa de Seír en los días de Jehosafat (2 Cró. 20:1-26). Otros creen que alude a la hostilidad general que mostraron hacia Israel las naciones vecinas a lo largo de la historia.
5 En cualquier caso, queda claro que Jehová Dios inspiró la redacción de este ferviente salmo durante un período de peligro para su pueblo. Pero el salmo también es fuente de ánimo para los siervos de Dios de nuestro tiempo, que vez tras vez han sufrido los ataques de enemigos decididos a eliminarlos. Además, sin duda fortalecerá a todos los que adoran a Dios con espíritu y con verdad cuando, en un futuro cercano, Gog de Magog reúna sus huestes en un último intento de destruirlos (léase Ezequiel 38:2, 8, 9, 16).
Un asunto de importancia primordial
6 Escuche mientras el salmista expresa sus sentimientos más profundos en oración: “Oh Dios, no haya silencio de parte tuya; no te quedes mudo, y no permanezcas quieto, oh Divino. Pues, ¡mira!, tus mismos enemigos están en alboroto; y los mismos que te odian intensamente han levantado la cabeza. Contra tu pueblo astutamente continúan su habla confidencial [...]. Porque con el corazón han intercambiado consejos unidamente; contra ti procedieron a celebrar aun un pacto” (Sal. 83:1-3, 5).
7 ¿Cuál era el asunto que más preocupaba al salmista? No cabe duda de que estaría muy preocupado por su seguridad y la de su familia. Sin embargo, centró su oración en el oprobio causado al nombre de Jehová y en las amenazas contra la nación portadora de ese nombre. Mientras soportamos los difíciles últimos días de este viejo sistema, qué bueno sería que todos mantuviéramos un punto de vista equilibrado similar al del salmista (léase Mateo 6:9, 10).
8 El salmista cita estas palabras de los enemigos de Israel: “Vengan y raigámoslos para que no sean nación, para que el nombre de Israel no sea recordado más” (Sal. 83:4). Aquellas naciones sentían un odio enorme por el pueblo escogido de Dios, pero tenían otro motivo para conspirar: codiciaban la tierra de Israel. De hecho, se atrevieron a decir: “Tomemos posesión de los lugares de habitación de Dios para nosotros” (Sal. 83:12). ¿Ha ocurrido algo parecido en nuestros días? Sí.
“Tu lugar santo de habitación”
9 En la antigüedad, se hizo referencia a la Tierra Prometida como el lugar santo de habitación de Dios. Recordemos el canto de victoria que los israelitas entonaron tras su liberación de Egipto: “Tú en tu bondad amorosa has guiado al pueblo que has recobrado; tú en tu fuerza ciertamente los conducirás a tu lugar santo de habitación” (Éxo. 15:13). Posteriormente, en ese “lugar [...] de habitación” se estableció el templo, con su sacerdocio, y también una ciudad capital, Jerusalén, con una línea de reyes descendientes de David que se sentaban sobre el trono de Jehová (1 Cró. 29:23). Jesús tuvo buenas razones para llamar a Jerusalén “la ciudad del gran Rey” (Mat. 5:35).
10 ¿Qué hay de nuestros días? En el año 33 nació una nueva nación, “el Israel de Dios” (Gál. 6:16). Dicha nación, compuesta de los hermanos ungidos de Jesucristo, cumplió la tarea que el Israel carnal no logró llevar a cabo: ser testigos del nombre de Dios (Isa. 43:10; 1 Ped. 2:9). Jehová les hizo a ellos la misma promesa que había hecho al antiguo Israel: “Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (2 Cor. 6:16; Lev. 26:12). En 1919, Jehová entabló una relación especial con los restantes del “Israel de Dios”. En ese momento, el resto ungido tomó posesión de una “tierra”, un campo de actividad espiritual en el que disfrutan de un paraíso espiritual (Isa. 66:8). Desde los años treinta, millones de “otras ovejas” se han unido a ellos (Juan 10:16). La felicidad y la prosperidad espiritual de estos cristianos del día moderno son prueba convincente de lo bueno que es someterse a la justa soberanía de Jehová (léase Salmo 91:1, 2). Eso enfurece muchísimo a Satanás.
11 Durante el tiempo del fin, Satanás sigue incitando a sus agentes terrestres para que persigan al resto ungido y a sus compañeros de las otras ovejas. Así ocurrió en Europa occidental bajo el régimen nazi y en Europa oriental bajo el gobierno comunista de la Unión Soviética. Sucedió lo mismo en otros muchos países, y volverá a suceder, sobre todo durante el ataque final de Gog de Magog. En dicho ataque, es posible que los opositores se adueñen codiciosamente de los bienes del pueblo de Jehová, tal como sus enemigos hicieron en el pasado. Sin embargo, el principal objetivo de Satanás ha sido siempre eliminarnos como pueblo para que nadie recuerde jamás el nombre que Dios nos ha otorgado. ¿Cómo reacciona Jehová ante tal desafío a su soberanía? Fijémonos de nuevo en las palabras del salmista.
Precedentes de la victoria de Jehová
12 Observemos la fe inquebrantable que el salmista tenía en que Jehová puede frustrar los planes de las naciones enemigas. En el salmo menciona dos victorias decisivas de Israel sobre sus enemigos. Ambas se produjeron cerca de la antigua Meguidó, ciudad que dominaba una llanura-valle del mismo nombre. El río Cisón atraviesa esta llanura, y durante el verano puede verse su lecho seco y serpenteante. Pero, tras un aguacero invernal, sus aguas inundan la llanura, y quizás por esa razón el río también recibe el nombre de “las aguas de Meguidó” (Jue. 4:13; 5:19).
13 A unos quince kilómetros (diez millas) de Meguidó, cruzando el valle, se encuentra la colina de Moré. En los días del juez Gedeón, una coalición de tropas madianitas, amalequitas y orientales se reunieron allí para la guerra (Jue. 7:1, 12). La pequeña tropa de Gedeón contaba solo con 300 hombres, pero con la ayuda de Jehová, consiguieron derrotar al gran ejército enemigo. ¿Cómo? De acuerdo con las instrucciones divinas, rodearon el campamento contrario de noche, llevando consigo jarrones que ocultaban antorchas encendidas. Cuando Gedeón dio la señal, sus hombres hicieron añicos los jarrones y aparecieron las antorchas. Al mismo tiempo, hicieron sonar sus cuernos y gritaron: “¡La espada de Jehová y de Gedeón!”. Aquello provocó confusión entre sus enemigos, y estos empezaron a matarse entre sí. Los que sobrevivieron cruzaron el río Jordán para escapar. Entretanto, más israelitas se sumaron a la persecución de los escapados. En total, cayeron 120.000 soldados enemigos (Jue. 7:19-25; 8:10).
14 También al otro lado del valle de Meguidó, unos seis kilómetros (cuatro millas) más allá de la colina de Moré, se encuentra el monte Tabor. Allí, el juez Barac había reunido anteriormente a 10.000 soldados israelitas para que se enfrentaran a las tropas de Jabín, el rey cananeo de Hazor, dirigidas por su comandante militar Sísara. Los 900 carros de guerra del ejército cananeo estaban dotados de largas cuchillas de hierro que giraban a la par que las ruedas. Mientras las tropas de Israel, escasamente equipadas, se reunían en el monte Tabor, el ejército de Sísara se lanzó confiado hacia el valle. Entonces, “Jehová empezó a poner en confusión a Sísara y todos sus carros de guerra y todo el campamento”. Es probable que los carros quedaran atascados en el fango debido a un aguacero repentino que desbordara el río Cisón. Los israelitas acabaron con todo aquel ejército (Jue. 4:13-16; 5:19-21).
15 El salmista ruega a Jehová que le haga algo parecido a las naciones que en su día amenazaban la existencia de Israel. Le pide: “Hazles como a Madián, como a Sísara, como a Jabín en el valle torrencial de Cisón. Fueron aniquilados en En-dor; llegaron a ser estiércol para el suelo” (Sal. 83:9, 10). Resulta significativo que la guerra final de Dios contra el mundo de Satanás reciba el nombre de Har-magedón (que significa “Montaña de Meguidó”). Ese nombre, que también se vierte “Armagedón”, nos recuerda las dramáticas batallas que tuvieron lugar cerca de Meguidó. La victoria de Jehová en esas guerras antiguas nos garantiza que él vencerá en la batalla de Armagedón (Rev. 16:13-16).
Oremos por la vindicación de Jehová
16 Durante estos “últimos días”, Jehová ha frustrado todos los intentos de eliminar a su pueblo (2 Tim. 3:1). Como resultado, sus enemigos han quedado avergonzados. Salmo 83:16 predijo lo que sucedería: “Llena sus rostros de deshonra, para que la gente busque tu nombre, oh Jehová”. En un país tras otro, los opositores han fracasado por completo en su intento de acallar a los testigos de Jehová. En esos países, la firmeza y el aguante de quienes sirven al único Dios verdadero han sido un testimonio para las personas de buen corazón, y muchas han ‘buscado el nombre de Jehová’. De hecho, en algunos lugares donde en un tiempo se persiguió cruelmente a los Testigos, ahora hay miles, incluso cientos de miles, de felices alabadores del Altísimo. ¡Qué gran triunfo para Jehová, y qué bochorno para sus enemigos! (Léase Jeremías 1:19.)
17 Por supuesto, sabemos que la lucha aún no ha terminado. Por eso, seguimos predicando las buenas nuevas, incluso a los opositores (Mat. 24:14, 21). No obstante, la oportunidad para que tales opositores se arrepientan y obtengan la salvación pronto llegará a su fin. Sin embargo, hay algo mucho más importante que la salvación humana: la santificación del nombre de Jehová (léase Ezequiel 38:23). Cuando todas las naciones —tal como se predijo— aúnen sus esfuerzos para aniquilar al pueblo de Dios, recordaremos estas palabras de la oración del salmista: “Oh, sean avergonzados y perturbados para todo tiempo, y queden corridos y perezcan” (Sal. 83:17).
18 A quienes se oponen obstinadamente a la soberanía de Jehová les espera un final humillante. La Palabra de Dios revela que aquellos “que no obedecen las buenas nuevas” —y que por ello son ejecutados en Armagedón— sufren “destrucción eterna” (2 Tes. 1:7-9). Dicha destrucción, así como la supervivencia de quienes adoren de verdad a Jehová, serán pruebas convincentes de que él es el único Dios verdadero. En el nuevo mundo, esa gran victoria nunca será olvidada. Los que vuelvan en la “resurrección así de justos como de injustos” se enterarán de la gran hazaña de Jehová (Hech. 24:15). Ellos también hallarán pruebas irrefutables de lo sabio que es vivir bajo la soberanía divina. Y de ese grupo, los que sean mansos se convencerán rápidamente de que Jehová es el único Dios verdadero.
19 Nuestro amoroso Padre celestial tiene reservado un futuro maravilloso para sus siervos fieles. De seguro nos sentimos motivados a pedir a Jehová que proporcione pronto una respuesta definitiva a la oración que le dirigió el salmista: “Oh, sean [tus enemigos] avergonzados [...] y perezcan; para que la gente sepa que tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra” (Sal. 83:17, 18).

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